martes, 8 de abril de 2008

Me entrego a ti para siempre

Mi cuerpo se tiende al fin, mis músculos se dejan llevar por el vaivén del aire de ese cielo pintado a pinceladas de dolor, el descanso toma ya mi cuerpo arrastrándome suavemente hacia un sueño eterno de deseos que habían quedado por cumplir mientras un tenue velo color rojo va cubriendo mi vestido blanco arropándome en palabras silenciosas de un adiós que se aproxima incansable hacia mis labios que esperan extenuados ese último beso al que regalarle mi ultima gota de aliento… sellando un pacto sagrado y eterno. Yo me entrego hoy a ti para siempre.
El frío del final abraza mis venas que se vacían llevándose todos los miedos que pudiesen quedar en mí ser, la serenidad ha cerrado mis ojos a la oscuridad que los cegaba, mis labios no volverán a besar ardientemente a las mentiras que los envenenaba… mi cabeza se ha recostado entre mis cabellos por siempre jamás. Mi alma se erige saliendo de las heridas que dejo atrás, por fin siente descanso, siente la libertad, se libera del egoísmo de todos aquellos que la han intentado retener. Yo me entregué hoy a ti para siempre.
Aparecerá esa luz que prometen tantos, veré al fin rostros y sonrisas añorados durante años, me tenderán sus manos y sus consuelos al fin serán algo más que susurros lejanos en las noches de insomnio… sentiré sus caricias curándome de estos años de pesadilla incesante, no sentiré la carga de la añoranza sobre mi espalda, ahora se alzarán unas alas blancas y podré volar. Me sentaré en la inmortalidad a ver como mi cárcel desaparece bajo tierra lentamente, sabiendo que no me sentiré jamás atrapada en ella, adiós mí castigo, adiós… no lo lamentaré. Yo estoy unida a ti para siempre.
Me voy tranquila porque se que aunque lloren aquellos que me quieren sabrán perdonarme, con el tiempo el dolor se difuminara igual que mi rostro en su memoria y desaparecerá igual que mi voz en el tiempo y cuando ya no les queden lágrimas sabrán que siempre les acompañaré. Que siempre he estado ahí y seguiré en silencio acogiéndoles entre mis brazos cuando vayan a tropezar. Arropándoles cuando se echen a dormir. Esperándoles cuando les llegue el momento de llegar hasta mi. Yo ya formo parte de ti para siempre.
Cojo tu mano muerte mía y caminaré contigo por el sendero de la perpetuidad agradecida.

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